martes, 3 de julio de 2007

Historia de amor

Está científicamente probado que cuando una persona se enamora y consigue a esa persona, su cerebro sufre una serie de cambios que le llevan a la gilipollez más absoluta.

No voy a hablar de "hola, cariñito frufrú, cómo te quiero" o "ay mi chimichurri!!!", ni tampoco voy a reconocer haber dicho ninguna de estas cosas.

Quiero hablar de cómo creen que pasan a ser el centro del universo.

Pasean por la calle cogiditos de la mano, sonriendo, dando saltitos, echándose miraditas, diciendo lo mucho que se quieren y alienándose del mundo que les rodea. Mundo que suele ser un montón de personas sin parejas que le asquea verdaderamente ver a estas parejas tan felices y a las que les gustaría poseer un lanzallamas en esos momentos.

Luego está la tremenda capacidad de deducción de la que de repente hacen alardes. Encuentran miles de motivos por los cuáles ellos dos han acabado juntos.
"Joder sabes que si, en lugar de darte la hora cuando me la pediste, te hubiera mandado a la mierda, ahora no estaríamos juntos? Si es que estamos destinados a estar juntos, estas casualidades no se dan, somos especiales!!" Sí, claro, por eso somos 6000 millones de personas en la tierra, no te jode.

Lo más bonito llega a la hora de ir al cine a ver una película romántica.
Los dos durante toda la película sonriendo como bobos pensando "joder, es como nuestra historia". Bueno... los dos y las otras 100 parejas sentadas en las butacas con ojos brillantes y sonrisas dentríficas.

Luego están esos momentos tan duros en que la pareja deja de verse durante... 4 horas!!
El volverse a ver es toda una fiesta y una buena muestra de cómo poner ojos tristones, abrazar y besar apasionadamente. "Cariño, no sabes cuánto te he echado de menos! durante estas 3 horas, 57 minutos y 32 segundos -para ser exactos- no quería vivir!!" Claro, y los putos niños afganos quejándose porque las minas antipersona les arrebataron sus piernas.

En fin, por suerte la mayoría no sigue así durante mucho tiempo, y los que sí lo hacen al menos despiertan mínimamente y hacen algo más de caso a lo que sucede a su alrededor "oh, mira, llueve, qué bonito! como en aquella película que vimos que era como nuestra historia!"

Así que el amor nos vuelve gilipollas.

Pero y lo feliz que es uno siendo gilipollas.